jueves, 9 de octubre de 2014

FAHRENHEIT 451

FAHRENHEIT 451 - Ray Bradbury 

"El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor."
Rubén Darío 

Con FAHRENHEIT 451 terminamos la trilogía esencial de las novelas de ficción distópica. En este blog ya hemos tenido la oportunidad de hablar y debatir sobre 1984, de George Orwell, y de Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley (véanse entradas antiguas). Nos encontramos, pues, con una oportunidad única para realizar un análisis transversal de estas tres obras, de lectura obligatoria.

Antes, claro está, me gustaría hacer alguna mención sobre una de las obras maestras de Ray Bradbury, junto con sus Crónicas Marcianas. Del ilustre escritor norteamericano cabe destacar su capacidad para devorar libros. Es escritor por necesidad, pero su formación inicial es la de un lector famélico con recursos para saciarse. Prueba de ello es su capacidad para citar otros libros, y para hablar de literatura con un dominio fuera de lo común (como vemos en el enfrentamiento en la central de bomberos entre Beatty y Montag, antagonista y protagonista de la obra respectivamente).

Ante todo, esta obra supone una crítica contra la quema de libros como medio de control de la plebe; Hay que tener en cuenta, que esta obra se publicó en 1953, en plena caza de brujas del senador Joseph McCarthy, uno de los grandes censuradores del comunismo. También alude a la quemada de libros promovida por la Alemania Nazi. La idea de que el mejor modo de tener el apoyo del pueblo, no es solo el ofrecimiento permanente de panem et circenses, sino también la supresión de recursos intelectuales que ayuden al individuo a tener su propia opinión moral y racional sobre asuntos de alta trascendencia social.


Por lo que se refiere, en sentido estricto, al estilo narrativo de la obra que nos concierne, me gustaría enfatizar la excelente idea inicial de la novela, que propone un futuro reciente en el que los bomberos se encargan de quemar los libros, ya que éstos generan dudas e infelicidad, según el gobierno. Debo confesar que me parece brillante este cambio de rol en la figura del bombero. Una idea sencilla que lleva la obra a la excelencia. Por otro lado, la lectura es fluída, aunque los diálogos resultan en ocasiones sobredramatizados. Es de hecho, una novela breve, y con un diseño de la trama impecable, por lo que se puede digerir fácilmente. Seguramente el lector exigente necesitará de una segunda y tercera lectura si quiere comprender todos los simbolismos subyacentes, así como el modo en como Bradbury ha engranado la novela, para que parezca una fábula sencilla.

Puestos a comparar la susodicha obra, con las dos novelas distópicas que le preceden, me gustaría hacer algún comentario sobre sus similitudes.
  1. En primer lugar, la presencia de un futuro decepcionante, donde una minoría poderosa ejerce un control absoluto sobre la muchedumbre social.
  2. En segundo lugar, la presencia de un protagonista, que es a su vez un individuo rebelde, alguien que cuestiona la realidad presente, en definitiva, una tara del sistema.
  3. En tercer lugar, la imposibilidad para cambiar un sistema totalitario, que se autoavastece de su idiosincrasia inmortal.
Estas son solo tres de las tantísimas características que comparten las tres obras, que por cierto os animo a leer ya que suponen un ejercicio de reflexión muy nutritivo. Sin embargo, cada una de ellas tiene sus peculiaridades, su propia motivación de creación, y sus propias marcas identitarias. A pesar de que las tres se escribieron en períodos post-bélicos (o post Guerra Mundial), observamos que el marco conceptual en el que se desarrolla 1984 es exponencialmente más pesimista, que el de sus dos hermanas. Está claro que Winston Smith mantiene similitudes con Montag y con John el Salvaje; los tres están dispuestos a dar su vida por unos ideales. Sin embargo, Winston Smith (1984) se enfrenta a un sistema infalible, meticulosamente detallado por George Orwell, y aún consciente de ello interpone su desafío al régimen por amor y por pulsión vital. En el caso de John el Salvaje (Un Mundo Feliz) nos encontramos con un personaje extraído de un contexto salvaje, que es incorporado de novo a un sistema social que promueve la promiscuidad y el consumo de Soma, es decir, de medicación psiquiátrica antidepresiva. El sistema descrito por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz, es un sistema dirigido por una élite de tecnócratas, científicos seleccionados para diseñar un mundo matemáticamente infalible, donde, de nuevo, no hay espacio para Shakespeare ni para ninguna otra expresión artística. Curiosamente, en 1984, la sexualidad es reprimida y queda reducida a un mero proceso de procreación y mantenimiento de la especie humana, para lograr el mismo efecto: someter a la humanidad a un control total que les impida rebelarse, darse cuenta de que son la mayoría, y que unida podría aplastar al régimen. Dos modos distintos de plasmar en una analogía literaria, los grandes miedos que azotaban a ambos escritores. Miedos que en gran medida se hicieron realidad. Actualmente, vivimos en una sociedad estructurada en castas. Por un lado una élite de mandatarios poderosos y por otro lado, una gran masa de obreros. De todos modos, ese es otro tema y deberá ser tratado en otra ocasión; muy probablemente por otro autor y no en este blog.

Finalmente, nos encontramos con Montag, que tiene mucho en común con Winston Smith, ya que siempre ha vivido en el mismo sistema, no conoce nada anterior. Winston Smith, puede conocerlo gracias a sus visitas al barrio obrero y a su trabajo en el Ministerio de la Verdad, y Montag gracias a los libros, a Faber y a la comunidad de Out-Siders, que hay al otro lado del río. A ambos, un sistema con recursos altamente represivos les perseguirá sin escrúpulo alguno. La policía del pensamiento y los sabuesos (1984 y Fahrenheit 451, respectivamente).




El debate que queda después de estas notas es extenso e inabarcable para esta entrada. Por ello invito a todos los lectores de este blog a que planteen sus dudas y opiniones. De todos modos, me quiero quedar con una idea a modo de conclusión: La lectura es terapéutica, la lectura es liberadora.

Un abrazo,

nos vemos en el siguiente libro :)




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