sábado, 21 de septiembre de 2013

INFERNO

INFERNO - de Dan Brown

¿Cómo titular una novela?
 Cuando escribí mi novela, dejé el título para el final. Tanteé muchas opciones y al final opté por un título descriptivo: Cristal, Queipo y el cazador de destinos. Este título me recordaba a una saga infantil de Michael Ende titulada Jim Botón y Lucas el maquinista. Lo cierto es que este tipo de títulos son poco pretenciosos y dan poca información sobre lo que contiene el libro. Es una opción que sin embargo se ha utilizado con bastante frecuencia en algunas sagas de éxito, como los siete manuscritos de Harry Potter. Al mismo tiempo, este tipo de titulación presenta al personaje o personajes principales y otorga la sensación al lector de estar a punto de encontrar un nuevo amigo entre las páginas.

Sin embargo, la última obra de Dan Brown tiene un título muy escueto. El escritor estadounidense ha optado por una sola palabra: Inferno. Una sola palabra que está escrita en latín con una clara alusión al Inferno de Dante Alighieri, el tercer pasaje de su obra maestra: La Divina Comedia. Precisamente, sobre el Inferno de Dante gira la nueva aventura de Robert Langdom, el intrépido profesor de Óxford y experto en simbología religiosa, que ha popularizado Brown con novelas como El Código Da Vinci o Ángeles y Demonios.

Una vez más, una historia ambiciosa y original muy fácil de digerir gracias a la velocidad de la trama, las escenas de persecución y los misterios escondidos en legendarias obras de arte. Lamentablemente, los personajes son totalmente planos, no muestran ninguna evolución y carecen de complejidad emocional. Así mismo, gran parte de las cuestiones esenciales de la trama se resuelven con golpes de azar y deducciones poco convincentes.



Es una obra que adquirí estas vacaciones y que me ilusionaba poder leer. La mayoría de la acción transcurre en Florencia, la primera ciudad extranjera a la que viajé, con cuatro años. Con el añadido de tratar de Dante y del destino incierto que siempre presentan las historias de Brown, parecía un éxito asegurado. Más aún con un título tan solemne.
Muy a mi pesar, es sólo una lectura entretenida... y poco más.

Una novela no debería ser el mero esbozo de un guión cinematográfico o de una guía de viajes. Un libro tiene que contener vida. La vida de los personajes; referentes humanos que son maltratados y amados por la pluma, de modo que son imperfectos y cambiantes. Deben reír, llorar, amar, equivocarse, traicionar, aprender, mejorar, volverse desconfiados... Quizás esta profundidad literaria no sea algo esencial para vender miles de ejemplares, pero sí que es una condición sine qua non para que una novela adquiera la posibilidad de figurar entre los clásicos con el paso de los años.


No hay comentarios:

Publicar un comentario